Cuando la gente piensa en un viaje con todo incluido , muchos creen que el hecho de llevar la pulserita es sinónimo de estar todo el día tirado en la tumbona o en la toalla y de alternar la playa con la piscina, con la sensación final de no hacer nada más allá. Pero la realidad es que todo depende de lo que estés buscando y de la actitud con la que viajes. Los que eligen este tipo de viajes afirman que van mucho más allá de un todo incluido y nos dan varios motivos por lo que hay que probarlo -dicen- al menos una vez en la vida:
1.Conocer gente de muchos países
Lo mejor de estos viajes es que la gente no llega al destino con la única idea de tumbarse en una tumbona y evadirse del mundo, sino que van con espíritu de pasárselo bien y, parte de esto, tiene que ver con el hecho de conocer gente. Al pasar la estancia en un mismo complejo facilita las relaciones personales y pueden surgir buenas amistades tanto de tu propio país como de otro cualquiera. Y sí, las dimensiones de los hoteles todo incluido son enormes, pero independientemente de esto y de las excursiones que cada uno decida hacer, se suele coincidir con la misma gente, cosa que facilita entablar conversaciones y… ¡Acabar haciendo muchos amigos!
2. Olvidarse de las preocupaciones
Muchas veces el hecho de tener que cargar con el bolso o la mochila durante todo el día o tener que estar pendiente de que no te roben según en qué sitios puede resultar incómodo. Pues bien, en estos complejos puedes olvidarte por completo de todas estas preocupaciones porque lo único importante es disfrutar. Solo tendrás que encargarte de ponerte el bikini – o bañador, claro- y… ¡como si no quieres ni ponerte las chanclas!
Tampoco tendrás que estar pendiente del dinero que llevas encima o si tendrás suficiente para pagar la cena porque siempre se parte de la base de que no hay que gastarse nada. Pero también es verdad que en muchos hoteles existen tiendas que ofrecen diferentes servicios, pero no te preocupes porque siempre podrás cargar los gastos a tu habitación y pagarlos justo antes de tu salida. ¿Te imaginas el gusto que puede dar pasarse una semana sin llevar el bolso encima?
3. Disfrutar de infinidad de actividades
Una de las preocupaciones más comunes a la hora de decidir si hacer un viaje con todo incluido o no es la duda de si llegará un momento en el que reine el aburrimiento. Pero hay que tener en cuenta que estos complejos también están pensados para los más activos y cuentan con una programación muy completa de actividades durante todo el día. ¿Te gusta bailar? Pues seguramente puedas mover el esqueleto en las clases de baile, ya sea salsa, bachata, merengue o lo que se tercie ese día. ¿O eres más zen? También podrás practicar yoga o hacer estiramientos en la playa a primera hora de la mañana. ¿Que eres de los que disfrutan como niños con un concurso? Pues también podrás reír mientras demuestras tus habilidades en las diferentes pruebas que se organizan en las zonas de las piscinas. Lo que está claro es que… ¡la diversión está asegurada!
Una vez que el sol se va poniendo también se puede de disfrutar de actividades más enfocadas para la noche y podrás ver, copita en mano, infinidad de espectáculos pensados para todo tipo de públicos y con el único fin de hacer las veladas más amenas.
4. Posibilidad de hacer excursiones de todo tipo
Si eres de los más aventureros y, después de unos días de relax, te empiezan a entrar las ganas de estirar las piernas, tampoco tienes de qué preocuparte porque en la recepción de darán toda información que necesites para hacer excursiones y conocer los lugares que más merecen la pena de la zona. Lo bueno es que no tendrás que preocuparte de cómo llegar a ese sitio tan recóndito del que te han hablado o de si serás capaz de encontrarlo porque también te facilitan los traslados, bien sea un ferry, un autobús o un barco. Eso sí, no te olvides de llevar la cámara con la batería bien cargada porque seguramente, después de tanto relax, te sorprenderá encontrar lugares de tanto interés: playas paradisiacas, actividades de aventura e incluso culturales. Pero… ¿te apetece probar cómo vive la gente local la fiesta? Los más fiesteros podrán mover el esqueleto en alguna de las macro discotecas del país.
5. Barra libre de comida y bebida
Y sí, ¿qué iba a haber en un viaje todo incluido si no es comida y bebida por doquier? Este es uno de los mayores beneficios de “la pulserita”, poder pedir todo lo que vaya apeteciendo sin tener que hacer cálculo de los gastos porque sí, ¡ya lo tienes todo pagado! Así que allí solo tendrás que aprovechar al máximo de tu viaje.
El hecho de no tener que preocuparse de dónde vas a comer, qué restaurante elegirás para la cena o qué sitio se ajusta más a tu presupuesto es toda una ventaja. Viajando con un todo incluido podrás probar diferentes tipos de comida y elegir qué te apetece más, si restaurante o buffet. ¿Lo mejor? Que siempre suele haber alguno abierto así que… ¡podrás llenar el estómago las 24 horas del día! Por si te entra hambre de tanto bailar.
Y tú, ¿has viajado alguna vez con pulserita? ¿te apetece? ¿o eres de los que prefiere vivir la aventura a su aire y recorrer el destino de punta a punta huyendo de los complejos hoteleros? Sea como sea, lo que está claro es que hay tantos tipos de viaje como viajeros, pero todos con un único fin: disfrutar de unas buenas vacaciones.