Nuestro vuelo salió de Madrid a las diez y media de la noche; sin embargo, no empecé a ser consciente de la dimensión del viaje que estaba a punto de realizar hasta seis horas más tarde cuando vi amanecer sobrevolando Irak con mayor precisión con la que aquel avión sobrevolaba la Tierra. Contemplé con curiosidad la antigua Mesopotamia y disfruté del lento trascurrir del Éufrates, que junto al Tigris ponía fin a su paso por el mundo, desembocando en el Golfo Pérsico. En un ataque repentino de melancolía pensé en cómo las tierras, al igual que los hombres, tarde o temprano caen en desgracia. Y mis ganas de exprimir al máximo aquel viaje a Nepal se multiplicaron.
Cosas que hay que saber antes de viajar a Nepal
Hay ocasiones en las que el trayecto merece mucho la pena y esta es una de ellas. Tras dos horas de escala en Doha, salimos en un Airbus 320 (3-3) rumbo a Katmandú. Estábamos a tan solo cuatro horas y media de nuestro destino y la impaciencia comenzaba a apoderarse de mí.
Una vez en Katmandú nos aclararon el tema de los visados. Los españoles necesitamos visado y tenemos dos formas diferentes de gestionarlo. La primera es solicitar un visado online desde España. En ese caso necesitas acceder a www.online.nepalimmigration.gov.np y rellenar un formulario tras el que obtendrás un código que debes entregar a tu llegada a Nepal en la oficina de inmigración, donde pagarás y te tramitarán el visado. La segunda, si no llevas ni código ni visado, en Katmandú existen unas máquinas donde obtener este código de manera sencilla. Lo único que debes hacer es introducir los datos de tu pasaporte. De igual modo al anterior, tienes que dirigirte al mostrador de Inmigración para pagar y recibir el que será tu visado. El visado de una entrada con una validez de quince días tiene un coste de 25$. Si solo dispones de euros en efectivo, podrás pagar con ellos, pero ¡cuidado! ¡El cambio no te saldrá rentable!
Katmandú, la capital de Nepal, es una ciudad esparcida por el centro del Valle de Katmandú. Cuenta con poco más de 1 millón de habitantes y está situada a 1.300 metros de altura. Es extensa- alrededor de 50 km2- y bastante llana. Fácil de visitar a pie si no fuera por el caos generalizado de tráfico, gente y obras.
A primera vista, se podría pensar que, a excepción de su centro histórico- situado en la plaza medieval Durbar y sus numerosos templos, pagodas y estupas, Katmandú no tiene mucho que ofrecer. Sin embargo, tiendes a desechar rápidamente esa idea cuando comienzas a explorar la ciudad. Si no, que me lo digan a mí, que al segundo día de deambular por sus callejuelas y mercados tradicionales me di cuenta de que la ciudad me había atrapado por completo. Si me preguntaran por qué, no sabría responder con exactitud y creo que es en el punto exacto en que las palabras se acaban, donde la magia empieza. Lo que os puedo asegurar es que me fascinó el armonioso ir y venir de gente, aparentemente tan diferente entre sí, y esa pluralidad étnica y religiosa, que no he visto en ningún otro lugar hasta la fecha, que te transporta del budismo al hinduismo sin poder establecer una frontera entre ambos.
Como buena ciudad de la Asia profunda, lo más característico es el polvo. Sí, el polvo, ¡estás leyendo bien! Ese polvo que, desaparecido ya de las ciudades desarrolladas de Occidente, sigue siendo en Asia un denominador común. Ese polvo fino lo cubre todo, desde las calles, los edificios, los templos, los árboles, las carreteras y los mercados hasta sus habitantes. La respuesta es sencilla, en una ciudad en eterno estado de desarrollo, y en proceso de recuperación de aquel terrible terremoto que asoló buena parte del terreno en 2015, todo está en una etapa de construcción o reconstrucción constante. Esto hace que el asfalto brille por su ausencia y en su lugar encontremos tierra batida que se convierte en barro en la época de lluvias y en una nube de polvo cuando no llueve. A pesar de todo, esto, lejos de convertirse en un impedimento, llena la ciudad de encanto haciéndola única y llevándote a pensar que la Tierra y la ciudad están conectadas aún por ese vínculo primario, difícil de concebir en las sociedades más globalizadas.
¿Cómo no te va a fascinar una ciudad y una forma de vida tan radicalmente diferente a la nuestra? Las calles de Katmandú son hileras de casas donde las viviendas se encuentran en las plantas superiores y las plantas bajas se dedican a comercios tradicionales, abiertos en canal a la calle. Carpinteros, herreros, mecánicos, sastres o zapateros trabajan en sus locales, al mismo borde de las aceras. Pequeñas tiendas de ultramarinos, ferreterías, fruterías, panaderías o mercerías están igualmente abiertas a una vía por la que circulan con el mismo frenesí con el que los tenderos venden sus productos, coches, motos, bicis, peatones y alguna que otra procesión. Porque viajar a Nepal y recorrer las calles de Katmandú es adentrarse en su cultura.
Las calles cercanas al casco histórico de la ciudad quedan conformadas por una sucesión de tiendas de artículos variados enclavadas en casas tradicionales de maderas nobles de un par de siglos de antigüedad. Hay templos y estupas por todas partes, ¡igual se rinde culto a un Bodhisattva que a una fascinante Ganesha con cabeza de elefante! El ambiente desprende misticismo y encanto natural, acrecentado por la simpatía y jovialidad de los nepalíes que te sonríen abiertamente mientras van pasando las cuentas de su “mala” o rosario tibetano: ¡Om Mani Padme Hum! uno de los mantras más recitados del budismo.
El que ha sido centro comercial y turístico de la ciudad durante más de cuatro décadas es el carismático barrio de Thamel, aquí se concentran un gran número de pequeños hoteles, restaurantes, tiendas y bares de todo tipo. Durante el día las tiendas y cafeterías rebosan de actividad, por la noche este ambiente es sustituido por otro mucho más distendido, en el que toda la gente joven del lugar parece salir a la calle a la vez, llenando de vida los bares y restaurantes de Katmandú, ¡que no son pocos! No en vano, si esta ciudad tiene tanta marcha es porque fue en su día el centro de reunión de los hippies.
Qué ver en el Valle de Katmandú
La plaza Durbar de Kathmandú
Es bueno empezar esta explicación haciendo un inciso para aclarar que el significado de Plaza Durbar es “Plaza del Palacio”, en este caso, del Palacio Real. Por ello nos encontraremos varias plazas Durbar en las ciudades del valle de Katmandú que fueron antiguos reinos, ¡con su palacio real incluido!
La plaza Durbar de Kathmandú ha sido catalogada como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. En nuestra visita fuimos testigos del daño producido por el terremoto del 2015, aunque muchos de los edificios y gran parte de los monumentos aún se mantienen en pie y nos muestran un antiguo legado de templos, palacios, patios y calles que datan del siglo XII al XVIII. La plaza es conocida como el centro neurálgico de la vida social y religiosa de la ciudad vieja. Visitamos infinidad de templos como el Aakash Bhairav, el Machhendranath y el gran patio del Itumbahal, antiguo asentamiento de la población Newari y famoso por acoger en su interior a los vendedores de hierbas medicinales y especias. Por supuesto, ¡no podíamos dejarnos sin visitar el templo-palacio de la diosa Kumari, la diosa viviente! La Kumari es una niña que es seleccionada cada año como diosa viviente de la ciudad, hasta que llega a la pubertad, momento en el que es sustituida por otra. Nuestro guía nos aseguró que hay un instante en el día en que la diosa-niña se asoma a una de las ventanas del patio y la gente puede verla. ¡Nosotros no tuvimos suerte!
Continuamos hacia Indrachowk, ¡uno de los mercados antiguos más coloridos de la zona vieja! para terminar en el Ason Chowk, un pequeño mercado de verduras y especias. El fluir de estos mercados está impregnado de la religiosidad y misticismo de una población local que hace ofrendas diarias en los pequeños templos, pagodas o monasterios que llenan la ciudad.
La Estupa de Swayambhunath
La Estupa de Swayambhunath es uno de los santuarios más antiguos y venerados del país. Descansando sobre una colina cónica, su elevada cúpula blanca y su brillante espiral de oro ¡son los ojos que todo lo ven!, no son solo una señal importante del valle, sino, además, un símbolo distintivo de Nepal. No te sorprendas demasiado si alguien lo llama “templo de los monos”. Recibe este nombre porque hay algunos de estos animales que habitan en la parte boscosa y son considerados sagrados.
La Estupa ha sido un importante lugar de peregrinación budista desde el siglo V. El aniversario de Buda y el año nuevo Tibetano se celebran en esta parte del mapa con especial entusiasmo. Para llegar al santuario puedes subir los 365 escalones construidos en la colina o recorrer un sinuoso camino al otro lado del bosque. Lo habitual es subir por los escalones y bajar por el camino. El esfuerzo de la subida nos hace valorar más el lugar, que impresiona por sí mismo con la colorida multitud local, mezcla exacta de fieles y monjes que vienen a hacer sus ofrendas y a rendir culto al lugar sagrado.
La Estupa Blanca no es lo único que conocerás aquí, también encontrarás numerosos Chaityas y pequeños templos que dan consistencia al complejo. Es emocionante rodear la estupa, ¡siempre en el sentido de las agujas del reloj! y tocar las ruedas de oración escuchando los mantras de los fieles.
La Estupa de Boudhanath
No solo es una de las estupas más grandes del mundo sino también ¡uno de los lugares budistas sagrados más importantes de Nepal! Aquí han ido llegando grandes poblaciones de refugiados tibetanos y por ellos se han terminado construyendo infinidad de pequeños monasterios tibetanos a su alrededor. Es también Patrimonio de la Humanidad y guarda una estrecha relación con el budismo Tibetano o Tántrico. El lugar es impresionante, inmenso, con una gran estupa blanca en el centro, rodeada de más de 50 monasterios y multitud de tiendecitas de artículos tibetanos, tanto artesanía local como artículos de oración. Allí decidimos que nos compraríamos los rosarios tibetanos que nos recordarían siempre aquella maravillosa experiencia.
Templo Pashupatinath
Este templo es uno de los más importantes de Shiva en el mundo y es considerado una obra maestra de la arquitectura hindú. Está situado a orillas del río Bagmati y a día de hoy se sigue utilizando para celebrar importantes cremaciones. ¡Para los hinduistas sigue siendo uno de los lugares sagrados más importantes del país!
La Plaza Durbar de Patan
Patán es otra de las antiguas ciudades reales del valle, situada sobre una meseta que se extiende sobre el río Bagmati, a unos 5 Kms al sur de Katmandú. La preciosa plaza Durbar, plaza del palacio real de Patán, queda delimitada por un gran conjunto de preciosos templos de distintos estilos en función a la época de construcción. En la plaza destacaríamos el Krishna Mandir, el Bhimsen Mandir y la famosa campana suspendida entre dos columnas en perfecto estado. Todos los templos están decorados con buenos ejemplos de las obras maestras de la artesanía nepalí.
La ciudad de Bhaktapur
Baktapur es la tercera ciudad real del valle y en su momento la ciudad más grande del reino de Newari. Conserva la arquitectura más auténtica y exquisita de todo Nepal. Es el mejor lugar del país para disfrutar de auténtica artesanía en cerámica, forja y unas exquisitas tallas de madera. Es, en definitiva, una ciudad en continuo movimiento, que combina a la perfección sus calles y templos de varios siglos de antigüedad con una moderna forma de vida y un próspero comercio. En su plaza Durbar disfrutamos de una deliciosa comida ¡formada por platos de distintos lugares del mundo!
Visitar el Valle de Katmandú es un imprescindible en un viaje a Nepal, pero si estás pensando en poner rumbo al país de Buda te dejamos 10 motivos para viajar a Nepal que seguro que aumentan tus ganas de aterrizar en el país con las montañas más altas del mundo.