Este es el tema del día mundial de los océanos. Un día para revindicar la importancia que tiene esa masa de agua que compone el 71% de nuestro planeta, reguladora de nuestra temperatura, del clima y del pulso vital de nuestro Mundo. Luchar por conservarlo y tomar consciencia de su importancia es vital para el legado que dejamos a nuestros hijos y por eso comparto mi experiencia a bordo del Sea Hunter en diciembre del 2006 cuando me dedicaba en cuerpo y alma al buceo recreativo.
El 03 de diciembre el “Sea Hunter” levó anclas del puerto de Punta Arenas (Costa Rica) rumbo a la Isla del Coco, 334 millas náuticas (535km) nos separaban de uno de los 10 mejores “spots” de buceo del mundo según la organización de buceo PADI y uno de los lugares que todo amante de la naturaleza ha de visitar una vez en la vida. El Pacífico estaba manso y reflejaba todos los colores del atardecer. Desde un azul profundo hasta ocres que parecían estar envueltos en llamas. Un día y medio de navegación es lo más normal para llegar hasta la isla del Coco (depende del estado de la mar) y en ese tiempo puedes disfrutar de la luna, las estrellas, delfines, tortugas, peces voladores y si tienes suerte ballenas y tiburones también.
El primer buceo fue en la pared de “Manolita”, un buceo de 20 metros en el que la sensación de azul impacta hasta al más experimentado buceador gracias en parte a una visibilidad de más de 50 metros y a ese azul tan característico del Coco. Desde la primera bocanada de aire bajo el agua se ve un océano infestado de tiburones de aleta blanca, tortugas, jureles, atunes, rémoras, cangrejos, morenas, pargos y las preciosas Marble Ray. Algo sencillamente mágico para un primer buceo, no importa donde hayas estado buceando antes. Tras una primera inmersión así el ambiente del grupo no puede ser mejor. Más tarde volvimos a la pared de “Manolita”, esta vez en la parte expuesta al Océano (y a sus desfiladeros al abismo). A 35 metros de profundidad y en posición estática, escondidos tras los pináculos de roca e intentando soltar las menos burbujas posibles para no asustar a ningún tiburón, da la sensación de estar en un teatro esperando a que empiece el espectáculo. Entonces empiezan a pasar las escuelas de tiburones martillo. Cuando vi asomar de la profundidad un animal tan bello, grande y majestuoso por primera vez, la sensación fue indescriptible.
Uno de los buceos más impactantes es el nocturno. Un buceo en el que nadas por encima de cientos de tiburones de aleta blanca muy activos, unos encima de otros como lobos acechando a sus presas. Atacan en grupo todo tipo de presas entre las rocas, arrasando todas las cuevas, dando coletazos y pasando a milímetros de tus extremidades con movimientos bruscos arriba y abajo. Las pulsaciones se aceleran a medida que aumenta la acción y el comportamiento de estos magníficos animales, una mezcla de temor y curiosidad que te hacen sentir realmente vivo.
Desde aquél buceo, se destapó la caja de Pandora y empezamos a ver las míticas escuelas de Martillos a diario, nuestra primera escuela sería de unos 40 tiburones, pero en los días siguientes llegamos a contar cientos de martillos nadando desde las profundidades del océano hasta los pináculos de roca donde nos encontrábamos, todos tan tímidos que una simple burbuja les asusta. Los vimos de todos los tamaños, crías pequeñas junto a sus madres de más de 5 metros, todos nadando en perfecta armonía. En uno de los buceos más famosos de la isla; Alcyon, vimos las escuelas de martillos más numerosas, una montaña marina con su punto más alto a unos 30 metros de profundidad donde también estaríamos estáticos y pegados a la roca mirando a las profundidades como si fuera una pantalla de un cine. “Lobster Rock”, una roca situada muy cerca de la isla por donde cae una cascada de agua dulce y donde siempre merodean muchos tiburones, esta vez fue un enorme tiburón de punta negra muy relajado que se dedicó a dar vueltas alrededor de la piedra hasta que todos los clientes le sacaron todas las fotos que quisieron. Pero quizás “Dos Amigos” es el más interesante de bucear por su variedad y formaciones de roca repletas de cuevas y galerías. Un buceo con muchísima vida en el que las vistas son como las que te imaginas en un sueño. Allí vimos peces Rana (Caminantes), escuelas de águilas marinas, morenas, tiburones de punta blanca y en cuanto salimos a superficie, nos topamos con una enorme manta Mobula con la que pudimos hacer snorkel.
En la isla del Coco no existe ningún asentamiento para turistas, está completamente virgen si no fuera por la caseta de los guardas del Parque y los cerdos salvajes que han proliferado desde los tiempos en que los piratas los soltaban por allí para tener algo que comer que no fuera pescado. Se dice que el libro de “La Isla del Tesoro” está inspirado en esta remota isla y de hecho aquí se han encontrado restos de tesoros, el último se encontró atado a una argolla en 1948 en la misma pared de “Manolita” donde buceamos el primer día. Es uno de los lugares del mundo en los que más llueve, con unas grandes reservas de agua potable repleta de cascadas, ríos y pequeñas lagunas. Un lugar inhóspito e inaccesible, pero que hoy en día esconde el mayor tesoro bajo sus aguas repletas de vida. Uno de los lugares con mayor concentración de grandes pelágicos del mundo y también conocida como la “Isla de los Tiburones”. La joya de la corona de todos los Parques Naturales de Costa Rica y un lugar único en el mundo junto con las Islas Malpelo de Colombia.
Hoy más que nunca, luchemos por conservar nuestros mares.