San Petersburgo, arropada por el inmenso río Neva y el mar Báltico, es una ciudad que fascina por su belleza. Es de esas ciudades que piden a gritos perderse por sus calles a paso lento, sin prisa. Porque la que un día fue capital de Rusia, en la época de los zares, hoy presume de estar abarrotada de monumentos. Por eso, mires donde mires y vayas donde vayas, siempre tendrá un rincón secreto que descubrirte. Y es que, a pesar de que una gran parte quedó destruida durante la Segunda Guerra Mundial, debido al famoso Sitio De Leningrado -hay que recordar que también fue conocida como Petrogrado y Leningrado-, ahora brilla con luz propia. ¿Te vienes a descubrir qué hacer 4 días en San Petersburgo?
DÍA 1: Recorrido general por San Petersburgo
Llegamos a San Petersburgo a primera hora de la tarde desde Madrid, así que en cuanto hicimos el check-in en el hotel, nos dispusimos a “empaparnos” de la ciudad dando un paseo.
Hicimos un recorrido a pie desde el hotel hasta la Catedral de San Isaac, paseando por las orillas de los canales y contemplando la cantidad de iglesias se abrían ante nuestros ojos. Pasamos por delante del Teatro Mariinsky (Ópera y ballet) y el Conservatorio. Porque si hay algo que se siente en la ciudad es que… ¡aquí adoran la música!
Continuamos nuestro paseo hasta llegar al Almirantazgo, un edificio con una aguja dorada impresionante, que resulta mágico cuando lo iluminan por la noche. Desde allí nos dirigimos al río Neva y, desde el Puente del Palacio, contemplamos una magnífica vista del Museo Hermitage, el Palacio de Invierno y de la Fortaleza de San Pedro y San Pablo. Y eso que era solo el primer día…
Dando una vuelta por esa zona, descubrimos la gran afición de los sanpeterburguenses por el baile. ¡Había grupos cantando y parejas bailando todo tipo de ritmos!
En la inmensa Plaza del Palacio, donde se encuentra la Columna de Alejandro, contemplamos la grandiosidad del Palacio del Estado Mayor (hoy también parte del museo Hermitage) y pasamos por su Arco de Triunfo, que conmemora la victoria sobre las tropas napoleónicas.
Llegamos a la avenida Nevski, una de las más comerciales de la ciudad, adornada con unos edificios espectaculares y donde se encuentran firmas de moda, tiendas de recuerdos, un mercado, una librería en un bonito edificio modernista…y también la catedral de Kazán, consagrada a la virgen de Kazán, y probablemente el icono más venerado de Rusia. Suena interesante, ¿verdad?
DÍA 2: Visita panorámica de la ciudad: Fortaleza de San Pedro y San Pablo y Hermitage
En nuestro segundo día en San Petersburgo, decidimos hacer un recorrido sobre ruedas y así poder aprovechar al máximo el día, haciendo paradas en los lugares más representativos y los que más ganas teníamos de conocer: la catedral de San Isaac; el Museo Estatal Ruso, cerca del que se encuentra el monumento a Alexander Pushkin, poeta y padre de la lengua rusa moderna; la catedral de San Salvador y la Universidad.
Desde allí, nos dirigimos a la Fortaleza de San Pedro y San Pablo, lugar de nacimiento de la ciudad, fundada por el zar Pedro I con el objetivo de abrir una puerta a Europa. En su catedral, con una gran aguja dorada, están enterrados casi todos los zares de la Rusia imperial. ¡Impresionante!
Después de comer, teníamos una visita guiada en el Hermitage. Fuimos unos privilegiados, ya que era lunes (día de descanso del museo), pero nos abrieron las puertas de forma que lo vimos casi solos, cuando lo normal son ¡40.000 visitantes al día!
La visita fue genial: pudimos disfrutar a nuestras anchas, tanto de las preciosas salas del Palacio de Invierno, como de las obras de arte que se exponen en el museo. ¡Contemplar el Hermitage iluminado de noche es todo un lujo!
DÍA 3: Catedrales de San Isaac, San Salvador, Kazán y paseo por los canales de San Petersburgo
Si hay algo que teníamos claro que queríamos hacer en San Petersburgo era ver sus catedrales, así que la mañana de nuestro tercer día la dedicamos a visitar las tres catedrales más importantes de la ciudad. Comenzamos en San Isaac, un monumento neoclásico de la arquitectura rusa del siglo XIX que es realmente impresionante. El interior está adornado con esculturas, pinturas y mosaicos; las paredes y suelos son de mármol y las columnas de malaquita y lapislázuli. ¡Toda una obra de arte!
Tiene una gran cúpula dorada (¡unos 100kg de oro!), que, durante la II Guerra Mundial, fue pintada de gris para no atraer a los aviones enemigos. Además, algo que hay que hacer es subir hasta la cúpula por la Columnata de la Catedral. ¡Desde allí pudimos disfrutar de una gran panorámica de todo San Petersburgo!
Continuamos en la iglesia de San Salvador sobre la Sangre Derramada, llamada así porque fue levantada en el lugar donde asesinaron al zar Alejandro II. Situada a orillas de un canal, cerca de la avenida Nevski, es una preciosa iglesia de estilo ruso y piedras de colores. Tiene cinco cúpulas, todas diferentes, con brillantes y coloridas cubiertas de cobre y esmalte. Al entrar en ella, quedas impresionado: paredes, columnas y techo están decorados con mosaicos. ¡Incluso la cúpula central!
En plena avenida Nevski, se encuentra la Catedral de Nuestra Señora de Kazán. Lo que más llama la atención es su parecido a la Basílica de San Pedro del Vaticano, que aunque es ortodoxa, así lo quiso el zar.
De vuelta al hotel, después de comer, pasamos por el Palacio de Yusupov, donde fue asesinado Rasputín y vimos la Catedral de la Santísima Trinidad (en la que se casó Dostoyevski), con sus preciosas y enormes cúpulas azules, plagadas de estrellas doradas. Su restauración ha durado 21 años, ya que en tiempos de la URSS se cerró y se utilizó ¡como almacén de verduras!
Muy cerca del hotel, se situaba la Catedral de San Nicolás del Mar, llamada popularmente “Catedral de los marineros”. Su fachada es blanca y azul, ¡y con cinco cúpulas doradas! Es una catedral especial para los habitantes de la ciudad, ya que es una de las pocas que no fue cerrada durante el gobierno del soviet.
Una vez que nos abrigamos un poco, nos dispusimos a realizar un paseo en barco por el río Neva y los canales, algo que solo se puede hacer en primavera y verano, ¡ya que en invierno los ríos y los canales se congelan! El paseo fue una auténtica delicia, cruzando bellos puentes, viendo desde el agua la Fortaleza, el Palacio de Invierno, la Universidad, la cúpula de San Isaac, el Museo Fabergé… e innumerables palacios imperiales. Para mi, es algo que hay que hacer en San Petersburgo sí o sí.
Además, dada la hora a la que hicimos el recorrido, tuvimos la oportunidad de disfrutar del atardecer, con una luz preciosa; como si no fuera de este mundo. Y ya, algo más tarde, cuando iluminaron los monumentos, disfrutamos de unas vistas de ensueño. ¡Menuda experiencia!
DÍA 4: Excursión desde San Petersburgo a Peterhof
Hoy nos tocaba una excursión a 30 kilómetros de San Petersburgo: Peterhof. A orillas del Golfo de Finlandia, es una de las residencias veraniegas más increíbles de los zares rusos. Así que os lo podréis imaginar: más de mil hectáreas de edificaciones, jardines, fuentes y parques con centenares de esculturas. Eso sí, además del Gran Palacio, cabe destacar el Palacio de Monplaisir, el lugar preferido de Pedro I, a orillas del mar. ¡Un auténtico paraíso!
Teníamos entradas para las 10:00, la mejor hora para poder ver el Gran Palacio (¡tomad nota!), de estilo barroco, con salas, pinturas y muebles magníficos. Pero a las 11:00, cuando encienden todas las fuentes y las acompañan con música de fondo… No hay palabras. ¡Es una preciosidad!
Después de disfrutar de este espectáculo de agua y luces, recorrimos los jardines y llegamos a la orilla del mar, desde donde se ve San Petersburgo en la lejanía. ¡Todo ello hace de Peterhof un conjunto majestuoso y excursión que hay que hacer en San Petersburgo!
Volvimos a San Petersburgo y, tras la comida, regresamos al hotel a descansar un rato, ya que habíamos madrugado mucho. Cuando estábamos dispuestos a salir, ¡comenzó a llover! Así que pedimos un Uber (baratísimos aquí) y cruzamos hasta la zona del puerto.
El puerto es bastante grande, al que llegan numerosos cruceros que recorren el mar Báltico. Existe un submarino que funciona como museo y, frente a él, una bonita iglesia de cúpulas doradas en la que entramos y presenciamos una ceremonia ortodoxa ¡muy curiosa de ver!
Al salir, volvimos al centro caminando para contemplar, por última vez, toda la belleza de sus catedrales, avenidas, plazas y palacios, ya que al día siguiente poníamos rumbo a Moscú (Si quieres saber qué hacer en Moscú échale un vistazo). Siempre se queda corto el tiempo, pero es que… ¡qué bonita es San Petersburgo!
Sin duda, San Petersburgo se corona como una metrópoli deslumbrante que hipnotiza con su carácter imperial y que tiene infinidad de cosas que ver y que hacer. ¡Descúbrelo tú mismo! ¿A qué esperas para viajar a San Petersburgo?