Pertenezco a una familia viajera: desde pequeño me han inculcado que viajar es, con diferencia, la mejor forma que existe de abrir la mente. Hace varios años decidí que impulsaría a mi primo pequeño a seguir la tradición. Él vive en Londres y yo en Madrid, por lo que el viaje a Madagascar que a continuación voy a narrar se convirtió en la excusa perfecta para desconectar durante unos días juntos en una ciudad totalmente desconocida para ambos, pero que nos hizo sentirnos desde el primero momento ¡como en casa!

Cómo organicé mi viaje a Madagascar

Como en todos los viajes que había llevado a cabo últimamente, el punto de partida fue el aeropuerto. Cada uno de nosotros llegaba a una hora distinta a un aeropuerto diferente, así que decidimos que lo mejor sería quedar en un lugar emblemático fácil de localizar, en la ciudad de destino. Igual que en las ocasiones anteriores, uno de los mejores recuerdos de mi viaje fueron esos minutos previos a encontrarme con él mientras buscaba entre las caras de los desconocidos la suya.

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No sé ni cómo ni por qué escogimos este destino, solo sé que una tarde mi primo me llamó desde Londres preguntándome si me atrevería a descubrir junto a él Madagascar. Por aquel entonces y sin haber investigado nunca nada acerca del tema, lo único que conocía de Madagascar era el nombre -ese mismo que daba vida a un par de pingüinos y a algún que otro león, en una famosa película de dibujos animados. Sin más dilación, pedí ayuda a mis compañeros de PANGEA, expertos en Madagascar, me contaron todos los detalles de este país insular del Océano Índico y en menos de una semana ya teníamos los billetes comprados y el recorrido planificado de principio a fin, junto a un guía que realizaba la función de acompañante. ¡Nuestro diario de aventuras empieza aquí! ¿Estás listo?

Llegamos a Madagascar al anochecer, tras dos vuelos, una escala en Addis Abbeba y 3 horas de conducción. ¡La emoción latía en cada centímetro de nuestra piel! De camino a la habitación la oscuridad lo cubría todo, ¡no habríamos visto nada de no ser por la ligera luz que emitían las estrellas!

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Diario de aventuras: Reserva Natural de Andasibe

El primer día que pasamos en aquel lugar, nos despertamos y fuimos a desayunar. Nos encontrábamos en un lodge llevado por una familia malgache, en la Reserva Natural de Andasibe. Nuestro guía Santa vino a recogernos ¡y así dio comienzo la primera expedición!

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Por la mañana nos levantamos con unos ruidos totalmente irreconocibles para nosotros, seguramente emitidos por algún tipo de animal. Estábamos cansados, pero las ganas de descubrir lo que se ocultaba tras la puerta de la cabaña nos hicieron madrugar. Me bastó empujar aquella puerta de madera una sola vez para darme cuenta de que ese viaje no se incluiría en mi lista de destinos a recomendar, ¡la encabezaría! “Algún día le contaré esto a mis nietos” pensé.

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¡Estuvimos rodeados de selva en todo momento! Nos encontrábamos en una colina y todo lo que nuestra vista alcanzaba a contemplar desde aquel punto era un sinfín de colinas más teñidas de un característico verde vibrante y una gran cantidad de árboles de asombrosas dimensiones. Ni un poste de luz, ni una antena de telefonía, ni marcas de aviones en el cielo… y eso que ¡esto tan solo acababa de empezar!

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Qué ver y hacer en la Reserva Natural de Andasibe

A bordo de un 4×4 accedimos al Parque Nacional de Andasibe, donde el guía nos presentó a 4 chicos que se hacían llamar buscadores. En Madagascar el concepto de «parque» dista considerablemente de lo que conocemos aquí. Allí no hay zoos o reservas con animales en cautiverio, motivo principal por el que todos los parques nacionales cuentan con este tipo de trabajadores. Generalmente son jóvenes del poblado que por la mañana salen a recorrer gran parte del parque nacional con el objetivo de localizar diversas especies animales.

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Una vez encontrados los famosos lémures de Madagascar, los camaleones y los tucanes, los jóvenes se ponen en contacto con el guía de turno para pasar cerca de dichas especies y facilitar su avistamiento a los visitantes. Fue en ese momento cuando supe que me había enamorado del país y que ya nada ni nadie podría hacerme cambiar de opinión. Aunque personalmente no me gustaría estar en la piel de esos chicos que se ven obligados a recorrer el parque entero día tras día… me pareció una de las formas mas bonitas de interactuar con los animales de una manera sostenible y aportando nuestro dinero a la gente del poblado directamente, que es, al fin y al cabo, ¡la que más lo necesita!

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De trekking en la Reserva Natural de Andasibe

Nuestro siguiente plan en Madagascar era hacer trekking, así que cogimos nuestras mochilas al hombro y algo de comida para sobrellevar el día. Nada más empezar nos adentramos en un pequeño bosque de bambú y entre sus ramas pudimos ver ¡el primer lémur de nuestro viaje! La verdad que es imposible imaginar lo que se esconde entre las ramas ¡hasta que no lo ves con tus propios ojos! Te puedes hacer una ligera idea de lo que es un Lémur con las fotos que has buscado en Internet pero cuando lo ves en persona te das cuenta de que no tiene nada que ver con lo que esperabas encontrarte. Y es que un lémur es un ser sociable de pequeño tamaño que desprende una ternura imposible de describir con palabras. ¡Prepárate para estar frente al animal más achuchable del mundo!

Día uno en Madagascar

Nuestro primer lémur recibía el nombre de Lémur Bambú haciendo referencia a su hábitat y alimento natural. No era de los más grandes, ¡pero si el más peludo! El que nosotros nos encontramos tenía un color acanelado y un cuerpo rechoncho: lo que no nos extrañó demasiado teniendo en cuenta que desde el instante en el que nos lo encontramos hasta que nos fuimos no paró de comer. Nos paseábamos a su lado y nos miraba sin inmutarse. ¿Sabéis por qué? Porque los Malgaches siempre han respetado a los lémures y, tras muchos años de relación, este respeto mutuo ha conseguido que los lémures nunca vean en los humanos la mínima amenaza.

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El resto de nuestro Trekking fue un divertido recorrido entre diversas especies de árboles y distintos tipos de riachuelos en el que, por muy sorprendente que resulte, ¡no coincidimos con ninguna otra persona! Nuestros guías parecían muy seguros de los caminos que tomaban ¡y eso que empleaban el instinto como gps en todo momento! Los parques nacionales pusieron ante nosotros una amplia gama de rutas, desde las más sencillas hasta las más complicadas. En el aparcamiento de coches conocimos a una pareja de holandeses de 65 años que nos hicieron la visita más amena y nos enseñaron que la edad es solo un número más en el DNI. A la hora de la verdad, los viajes los construyen ¡las personas con las que los compartes!

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Nuestra segunda aventura en Madagascar

El segundo día de nuestro viaje en Madagascar decidimos visitar un poblado Malgacche, llamado Mantadia de camino al Parque Nacional de Andasibe, donde esta vez nos habían informado de que se encontraba una familia del lémur de la variedad Indri-Indri. ¡Este lémur es el más grande de todos y también es conocido por los locales como Babakoto!

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La parada que inicialmente debía durar 5 minutos se acabó convirtiendo en todo un paseo de 2 horas por el poblado con un pequeño partido de fútbol improvisado entre medias. También acabamos siendo el público de una partida de bingo y no tardamos demasiado en convertirnos en la atracción fundamental del lugar. ¡Se notaba a la legua que no éramos de allí y eso llamaba la atención!

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El estilo de vida de aquella gente era tremendamente sencillo. Todas las casas habían sido construidas a base de madera y placas metálicas. Los hombres jugaban a un juego muy similar al ajedrez mientras que las mujeres preferían el bingo. Al tratarse de un día festivo, el ambiente era aún mejor que de costumbre; ¡parecía que toda la gente había salido de repente a la calle!

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La visita que realizamos ese día al Parque Nacional fue más corta que la del día anterior, pero no por ello menos impresionante: y es que el Indri-Indri impresiona por sí solo, tanto por su tamaño como por su color blanco y negro o sus gestos semejantes a los de los seres humanos a la hora de caminar y coger las cosas.

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Caminando por la Reserva Voi de Madagascar

Por la tarde volvimos al lodge para descansar un rato antes de realizar la visita nocturna de la Reserva Voi. Se trataba de la selva más cercana a nuestro lodge. Caminar un par de metros fue suficiente para encontrarnos, de repente, inmersos en la maleza. El recorrido estaba formado por pequeños senderos llenos de hojas y ramas. La maleza era muy diferente a la vista en el Parque del Antsirabe debido a que se trataba de un bosque húmedo rodeado de charcas.

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Aún a día de hoy no comprendo cómo nuestro guía pudo orientarse por la noche e indicarnos con una sorprendente exactitud dónde se encontraban las razas de lémures nocturnos como el Microcebus, el Avahi o el Cheirogaleus. Los lémures se movían poco a poco entre las ramas de los árboles, pero cada vez que nuestro guía los apuntaba con la luz ¡se quedaban totalmente paralizados!

Los ruidos, los olores y la fauna que pudimos ver esa noche bajo la luz de las estrellas… ¡se quedarán para siempre con nosotros porque no tienen comparación!

Día dos en Madagascar

Tercera parada: Rumbo a Antananrivo

Nuestro tercer día en Madagascar comenzó con un trayecto por la carreteta RN7 que une Toliar (una ciudad costera del sur) con Antananarivo: la capital. Las vistas de los paisajes nos pillaron desprevenidos: ¡enormes arrozales y extensas llanuras verdes se alzaban ante nosotros!

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Durante el trayecto paramos en el Mercado de Behenjy, conocida como la ciudad de Foia Gras. ¿Sabías que la elaboración de foie gras es una de las infinitas tradiciones que los colonizadores franceses dejaron en la cultura malgache?

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Día tres en Madagascar

Madagascar no solo es el hogar oficial del lémur, también es un gran número de paisajes llenos de contrastes, un estilo de vida sencillo y una amabilidad indescriptible. Así que si estás pensando en viajar a Madagascar recuerda que esta isla es naturaleza y naturalidad a partes iguales. ¿Os habéis quedado con ganas de más? ¡Estad atentos a la segunda parte de nuestro viaje malgache!

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