Hospitalaria y displicente. Te recibe con cariño, pero no te confíes o te colocará rápidamente en tu sitio.
Buenos Aires te hará olvidar todo lo que te han dicho acerca de la seguridad en la ciudad, aunque siempre habrá algún que otro detalle que te ponga los pies en el suelo: las viviendas con ventanas enrejadas del primero al ático, los timbres para entrar en ciertos establecimientos, los “cierre la puerta” antes de preguntarte qué es lo que deseas, la seguridad privada en muchos locales, la policía con chaleco antibalas en cada cuadra y quizá (solo quizá) alguna escena de detención en la que no tienes claro de parte de quién estás.
Aviso para incautos: evitad las zonas picantes y, caído el sol, escoged las avenidas principales y dejad las encantadoras callejuelas para la mañana siguiente.
Publicado por Olga de Blas, #CorresponsalPANGEA en Sudamérica.